Diego Arboleda, Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil
Diego Arboleda ha obtenido el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, dotado con 20.000 euros, por su novela Prohibido leer a Lewis Carroll, ilustrado por Raúl Sagospe y publicado por Anaya en 2013.
El Jurado, compuesto por Mónica FeInés Fernández-Ordóñez, Fina Casalderrey, Mariasun Landa, Josep González-Agàpito, Itziar Zubizarreta, Francisco de Borja Rodríguez, Mariano Garrido, Andrés Sorel, Xavier Frías, Felicidad Orquín, Laura Gallego y César Mallorquí (Teresa Lizaranzu actuó como presidenta del Jurado y Mónica Fernández como vicepresidenta), subraya que es «una obra extremadamente original, con un brillante sentido del humor y un gran ritmo narrativo. El texto, recreación de una época, está salpicado de referencias literarias e históricas. Destaca por sus personajes sólidos y muy bien construidos, así como por la fina ironía de los juegos lingüísticos».
Hace escasos días Prohibido leer a Lewis Carroll había sido incluido en los White Ravens 2014, una nueva distinción para esta obra que ya había sido merecedora del Premio Lazarillo 2012, del Premio Fundación Cuatrogatos 2014, y fue elegido por el suplemento cultural Babelia (El País) como el mejor libro infantil del año 2013.
Prohibido leer a Lewis Carroll narra la historia de Eugéne Chignon, una joven institutriz francesa que en 1932 viaja hasta Nueva York para cuidar de una niña, Alice, cuya desatada pasión por el mundo creado por Lewis Carroll ha provocado que sus padres le prohíban leer sus libros.La primera misión de Eugéne será evitar que Alice se entere de que Alice Liddell, la auténtica Alicia que inspiró a Lewis Carroll, ahora con ochenta años, va a visitar la ciudad para recibir un homenaje.Eugéne Chignon comprobará que las extrañas casualidades, los personajes extravagantes y las situaciones absurdas no son solo patrimonio del País de las Maravillas, sino que se encuentran a menudo en nuestro mundo y especialmente en esa casa. La comedia disparatada y los datos históricos (reales y a pesar de eso aún más disparatados) tienen cabida en esta novela, en la que el sinsentido, ese nonsense tan emblemático de Carroll, acaba teniendo mucho sentido.